Ilustración de   
Margaret Evans Price.
  • Ilustración de Margaret Evans Price.

La caperucita roja

Modesto Centeno
Personajes:

Caperucita
La Madre
El Lobo
El Cazador
La Paloma
La Mariposa
La Cabrita

Cuadro primero

Frente de la casa de Caperucita. La Madre, asomada a la ventana, llama.

MADRE. ¡Caperucita! ¡Caperucita! (Nadie le contesta) Caperucita hija, ¿dónde estás?

CAPERUCITA. (Desde lejos) Aquí­ estoy, mamá.

MADRE. Ven acá.

CAPERUCITA. Voy. (Viene Caperucita)

MADRE. ¿Dónde estabas, niña?

CAPERUCITA. Allí­, debajo de aquel árbol, jugando con mi muñeca Rebeca y con mi gatico Cuquito.

MADRE. Caperucita, tu abuelita ha estado enferma y quiero que vayas a llevarle unas golosinas que le he preparado para que se reponga.

CAPERUCITA. ¡Pobrecita abuelita! Iré ahora mismo, mamá.

MADRE. Muy bien, hija, pero antes quiero hacerte una recomendación.

CAPERUCITA. ¿Cuál mamá?

MADRE. Haz de prometerme que irás directamente, sin hablar con nadie por el camino.

CAPERUCITA. Sí­, mamá.

MADRE. Tienes que atravesar todo el bosque solita y podrí­a ocurrirte algo malo.

CAPERUCITA. Sí­, mamá.

MADRE. Si alguien viene hablarte, sea quien sea, no le hagas caso.

CAPERUCITA. ¿Sea quien sea, mamá?

MADRE. No te fí­es de nadie. Ya sabes que los lobos son capaces de cualquier cosa.

CAPERUCITA. Bien, mamá, haré lo que tu quieras. ¿Puedo irme ya?

MADRE. Ve adentro y coge la cesta que está en la mesa. Dentro va el regalo para tu abuelita.

CAPERUCITA. Voy. (Entra Caperucita. Se asoma a la ventana) Mamá, ¿puedo ponerme la caperucita roja que me hiciste?

MADRE. Sí­, hija, sí­, póntela y anda pronto.

CAPERUCITA. Sí­. (Sale Caperucita con una cestica en el brazo; trae puesta la caperucita) Ya estoy, mamá. Abuelita se pondrá muy contenta al verme.

MADRE. Regresa enseguida y recuerda lo que te dije de que no hables con nadie por el camino.

CAPERUCITA. Sí­, mamá. Le daré la cestica a abuelita, la besaré y regresaré enseguida.

MADRE. Bien.

CAPERUCITA. Adiós, mamá. (Se besan. Caperucita se va cantando. Vuelve.)¡Mamá!

MADRE. ¿Qué?

CAPERUCITA. Cuí­dame bien la muñeca.

MADRE. Sí­.

CAPERUCITA. Adiós, mamá. (Se besan de nuevo. Caperucita se va y regresa.) ¡Mamá!

MADRE. ¿Qué, Caperucita?

CAPERUCITA. Cuí­dame bien a Cuquito.

MADRE. Sí­, también.

CAPERUCITA. Adiós, mamá. (Vuelven a besarse. Se va la niña y vuelve) ¡Mamá!

MADRE. ¿Otra vez, niña?

CAPERUCITA. ¿Cuando regrese de casa de abuelita me dejarás ir al arroyo a ver los pececitos y a recoger piedrecitas redondas de la orilla?

MADRE. Sí­, hija, sí­, te dejaré; pero acaba de irte, por favor.

CAPERUCITA. Adiós, mamá.

MADRE. ¡Adiós!

Tornan a besarse y Caperucita se va cantando. La Madre le dice adiós con la mano.


Cuadro segundo

En el bosque. Caperucita viene cantando. En la cesta trae flores.

CAPERUCITA. (Cantando.)

                          Margaritas, margaritas,
                          doraditas como el sol,
                          estrellitas menuditas
                          hechas de luz y color.

                          Margaritas, margaritas,
                          florecitas sin olor,
                          lamparitas chiquiticas
                          que brillan en el verdor.

 (Por entre los árboles aparece el Lobo. Vigila a la niña.)

                          Margaritas, margaritas,
                          Doraditas como el sol”¦

(La niña ve al Lobo y cesa de cantar.) Buenas.

LOBO. Buenas.

CAPERUCITA. ¿Quién eres?

LOBO. Pues yo soy”¦ yo.

CAPERUCITA. ¿No sabes cómo te llamas? Yo me llamo Caperucita y estoy recogiendo flores para mi abuelita que está enferma. Ella vive a la entrada del bosque, y aquí­ en esta cestica le llevo una botella de vino y un pastel que le manda mi mamá para que se reponga. ¿Tú no tienes mamá?

LOBO. No.

CAPERUCITA. ¿Y abuelita?

LOBO. Tampoco.

CAPERUCITA. ¡Pobrecito! ¿Estás solito?

LOBO.  Sí­.

CAPERUCITA. Yo no tengo miedo de andar sola por el bosque. ¿Verdad que no me ocurrirá nada malo?

LOBO. Claro que no.

CAPERUCITA. ¿Tú vas al colegio?

LOBO. No.

CAPERUCITA. ¿Por qué?

LOBO. Pues”¦ porque no tengo tiempo.

CAPERUCITA. Yo sí­ voy y ya se leer y poner mi nombre. ¿Cuál es el tuyo?

LOBO.  Yo no tengo nombre.

CAPERUCITA. ¡No! Y cuando tu mamá te llama, ¿cómo te dice? ¡Ah, es verdad, me dijiste que no tienes mamá! ¡Pobrecito? Yo sí­ tengo mamá, y tengo una muñeca que se llama Rebeca que cierra los ojos y un gatico blanco que se llama Cuquito. Los domingos mamá se pone su vestido nuevo, que es muy bonito, y nos saca a pasear a los tres y vamos a ver a la abuelita.

LOBO. ¿Dónde vive tu abuelita?

CAPERUCITA. A la entrada del bosque está su casa. Es una que tiene el techo rojo y una enredadera de campanillas azules en el jardí­n.

LOBO. ¿Vive sola?

CAPERUCITA. Sí­.

LOBO. ¿Y vas para allá ahora?

CAPERUCITA. Sí­.

LOBO. (Aparte) ¡Esta es la ocasión! ¡Aprovéchate, lobito listo!

CAPERUCITA. ¿Qué dices?

LOBO. No he dicho nada.

CAPERUCITA. ¡Mira cuántas margaritas he recogido! ¿Verdad que son bonitas?

LOBO. (Aparte) Hoy almorzaré bien. ¡Que sabrosa debe saber esta niñita acompañada de papitas fritas!... (Rí­e)

CAPERUCITA. ¿Qué dices?

LOBO. Nada.

CAPERUCITA. ¿De que te rí­es?

LOBO. No me estoy riendo.

CAPERUCITA. Creí­. ¿Sabes bailar?

LOBO. (Aparte) Esta niña es medio tonta. (Alto, a la niña) Caperucita, se te va a hacer tarde, querida.

CAPERUCITA. Es verdad. Y mamá me dijo que no me detuviera. Tengo que apurarme. Adiós.

LOBO. Adiós, nena. Recuerdos a tu abuelita y que se ponga pronto bien.

CAPERUCITA. Gracias. Adiós.

LOBO. Adiós mi vida, adiós. Cuidado con los lobos. (Para sí­.) Amigo lobo, si no eres bobo, demuéstralo ahora. (Rí­e y se pone a bailar y a cantar, imitando a Caperucita.)

                           Caperucita, Caperucita,
                           tiernecita y con sabor,
                           muchachita tan bonita
                           que me la comeré yo”¦

Se va riendo.



Cuadro tercero

En casa de la abuelita. Caperucita golpeando la puerta de entrada.

CAPERUCITA. ¡Abuelita! ¡Abuelita! Soy yo, tu nietecita Caperucita.

LOBO. (Desde dentro) Voy, mi vida, voy enseguida. (Sale el Lobo disfrazado con la ropa de la abuela) Voy, amorcito, voy (Abre la puerta a Caperucita)

CAPERUCITA. Buenas abuelita. (La besa.) ¿Cómo estás?

LOBO. Muy débil mi vida, muy débil. Tendré que alimentarme bien.

CAPERUCITA. Aquí­ te traigo un pastel doradito y redondo como una moneda, y una botella de vino rojo como amapolas. Te los manda mamá, y yo te traigo de mi parte este ramo de margaritas que recogí­ expresamente para ti en el bosque. ¿Te gusta abuelita?

LOBO. Sí­ mi vida, mucho.

CAPERUCITA. Acuéstate, abuelita, estás débil y el estar de pie puede hacerte daño.

LOBO. Sí­, mi amor. Ayúdame tú”¦

Caperucita ayuda al Lobo a acostarse.

CAPERUCITA. Ahora estás cómoda, ¿verdad?

LOBO. Sí­, cariño.

CAPERUCITA. Estaré un ratico contigo y después me iré. Mamá me recomendó que regresara temprano.

LOBO. Sí­, Caperucita, debes volver temprano. Es peligroso andar sola por el bosque.

CAPERUCITA. ¿Por qué, abuelita?

LOBO. (Bajando la voz.) Los lobos, hijita, los lobos. Son muy peligrosos y traicioneros. Engañan a cualquiera  y cuando vengas a darte cuenta, ¡zas!, estas dentro de su panza.

CAPERUCITA. Yo nunca he visto un lobo.

LOBO. ¿Estás segura?

CAPERUCITA. Sí­. Mamá dice que son muy malos y que asustan a las niñas. ¿Es verdad, abuela?

LOBO. Sí­, Caperucita, es verdad; pero no es porque los lobos sean malos, no.

CAPERUCITA. ¿Por qué entonces, abuelita?

LOBO. ¡Ah! Porque las niñas son muy buenas con papitas fritas. (Se rí­e)

CAPERUCITA. ¡Abuelita! ¿Cómo sabes tú que son buenas?

LOBO. Me lo supongo, mi vida, me lo supongo nada más.

CAPERUCITA. ¡Ay abuelita!, te encuentro muy extraña hoy

LOBO. ¿Sí­?

CAPERUCITA. ¡Sí­! ¡Qué orejas más grandes tienes, abuelita!

LOBO. Para verte mejor, corazón. (El Lobo se va acercando. La niña retrocede.)

CAPERUCITA.  ¡Qué piernas más grandes tienes, abuelita!

LOBO. Para alcanzarte mejor, pichón.

CAPERUCITA.  (Casi llorando de miedo.) ¡Que manos más grandes tienes abuelita!

LOBO. (Riendo y agarrando a Caperucita.) Para cogerte mejor, mi amor.

CAPERUCITA. (Llorando ya.) ¡Qué boca más grande tienes, abuelita!

LOBO. Para comerte mejor, mi cariño.

Aparece el cazador.

CAPERUCITA.  ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Tú no eres mi abuelita! ¡Suéltame!

LOBO. Claro que no soy tu abuelita, tonta. A tu abuelita la tengo en el escaparate.

CAPERUCITA. ¡Suéltame! ¡Suéltame!  ¿Quién eres tú?

LOBO. ¡El Lobo! ¡El Lobo! Hace tiempo que te estoy cazando y al fin caí­ste en la trampa.

CAPERUCITA. No, no, suéltame, suéltame. (Llamando.) ¡Abuelita! ¡Abuelita!

LOBO. No te oirá.

CAPERUCITA. ¡Auxilio! ¡Auxilio! (Caperucita  le pega al Lobo. Se escapa y aquel la persigue.) ¡Auxilio! ¡Auxilio!

LOBO. Aunque te desgañites, nadie te oirá. Por aquí­ no pasa un alma.

CAPERUCITA. Sí­ pasan;  a lo mejor un cazador”¦

LOBO. (Riendo) Por aquí­ no hay cazadores.

CAPERUCITA. ¡Auxilio! ¡Socorro!

Golpes en la puerta.

CAZADOR. (Desde fuera.) ¿Quién pide auxilio?

CAPERUCITA. Por favor, que me matan. ¡Sálveme!

CAZADOR. ¡Abran esta puerta!

CAPERUCITA. í‰chela abajo, ¡Pronto por favor!

Entra el cazador.

CAZADOR.  ¿Qué pasa?

CAPERUCITA. El Lobo. ¡Quiere matarme!

CAZADOR. ¿Dónde está?

CAPERUCITA. Ahí­, detrás de ese sillón.

CAZADOR.  No llores, nena. El Lobo malo no podrá hacerte daño.

CAPERUCITA. ¡Salvemos a la abuelita!

CAZADOR. ¿Dónde está tu abuelita?

CAPERUCITA. Allá dentro, amarrada, la pobrecita. ¡Vamos pronto, señor cazador, vamos!

Corren al cuarto.


Cuadro cuarto

Otra vez el frente de la casa de Caperucita. La Madre, llorando.


MADRE. ¡Ay de mí­! Mi pobre hija Caperucita no ha regresado aún. Debe haberle pasado algo malo. ¡Ay, ay, ay! ... (Pasa una paloma.) Paloma, palomita, ¿has visto a Caperucita?

PALOMA. No. (Se va.)

MADRE. ¡Ay, mi Caperucita! ¡Mi sol, mi tesoro! ¿Dónde estará? (Pasa una mariposa) Mariposa, mariposita, ¿has visto a Caperucita?

MARIPOSA. No. (Se va)

MADRE. ¡Ay, mi Caperucita! ¡Mi flor, la sangre de mis venas! ¿Dónde estará? (Pasa una cabrita) Cabrita, cabrita, ¿has visto a Caperucita?

CABRITA. No. (Se va)

MADRE. ¡Ay, mi Caperucita! ¡Mi niña con trenzas de oro y lazos rojos! ¿Dónde estará? ¡Ay, ay, ay! ”¦ (Sigue llorando. Se oyen las voces de Caperucita y el Cazador que vienen cantando la canción de las margaritas.) ¡Esa es la voz de mi Caperucita! ¡Sí­, sí­, es ella! (Llamando.) ¡Caperucita! ¡Caperucita!

Entran Caperucita y el Cazador.

CAPERUCITA. ¡Mamá! ¡Mamita!

MADRE. ¡Hija mí­a! (Se besan)

CAPERUCITA. Mamá, este señor me salvó de que me comiera el Lobo. También salvó a la abuelita. Llegó en el momento en que iba a matarnos para comernos y le pegó un tiro.

MADRE. Gracias, señor Cazador.

CAZADOR. No hay de qué, señora.

CAPERUCITA. (Besando al cazador.) Déjeme que lo bese por valiente y por bizarro. Es usted mi salvador, mi héroe.

CAZADOR. No es para tanto. Además salgo bien pagado con la piel del lobo, con lo cual me haré una buena chaqueta para cazar en el invierno.

MADRE. Entre en nuestra casa, señor Cazador. Descansará un rato y tomará un vaso de vino.

CAZADOR. Gracias, señora.

CAPERUCITA. Entre, sí­, y conocerá a mi muñeca Rebeca, que cierra los ojos, y conocerá también a Cuquito.

CAZADOR. ¿Cuquito es tu hermanito?

CAPERUCITA. No, señor, no. Cuquito es mi gatico.

Rí­en los tres y entran en la casa.