"Abrigo" y "21.11.85"

Becky Urbina
Abrigo

Yo amaba ese abrigo rojo desde que me llegaba hasta las rodillas
y lo seguí amando cuando ya solo cubría mis muslos.
Tal vez era por su color intenso que no pasaba desapercibido,
o por su textura de durazno que me encantaba acariciar,
o por sus botones negros y redondos que me miraban atentos,
o por sus bolsillos que escondían mis manos y mis pequeños tesoros,
o por los remiendos de su forro que cosía con mi abuela,
o porque me hacía sentir menos niña, más grande, más alguien.
Lo cierto es que su color rojo también se parecía al fuego
y cuando una vela mal ubicada cayó sobre el sofá,
vi cómo, con las llamas, se lograban tintes inesperados…
Qué tonos maravillosos saldrían del rojo de mi abrigo.
Fuego contra fuego, llameante sobre llameante.
La revolución de colores solo duró unos segundos.
Luego vino el agua, la extinción, el olor a chamuscado.
El abrigo inservible, en palabras de mi madre.
Minuciosa inspección, la sentencia de mi abuela:
No hay remiendo que restaure lo que ha dañado el fuego. 
Desde entonces busco, en cada vitrina que ojeo en las calles,
el destello de un fuego sedoso que ocupe su lugar.


21.11.85

La abuela acicala a la nieta
Entre sus dedos se dispersan los cabellos rebeldes
La matiné por empezar, el vestido con blondas
La mirada extrañada que acude al llamado
El pasar de las hojas que se doblan por pequeñas manos
La espera del jalón del gancho de metal
Una fiesta de cumpleaños aguarda en el salón
Pero la abuela insiste en domar lo indomable