De barquillos y cometas

De barquillos y cometas. María Rosa Serdio

Publicado en Asturias por Pintar-Pintar Editorial, nos llega De barquillos y cometas, de la escritora española María Rosa Serdio. Se trata de un cuaderno de versos organizado en seis secciones en las que la autora aborda, entre otros motivos, la creación poética no como un don reservado a unos pocos, sino como un acto creativo del que pueden participar todos ("Piensa un verso, / pasa un tiempo… / Aprende que, solo, estás / creando un universo”). La lectura como celebración de la vida y de la imaginación (“Un verso es un columpio / que mueve el viento, / una comba que zumba, / un sonajero, un árbol de misterios, / una trompeta / que resuena allá dentro / de mi cabeza”), y la escritura como defensa y resguardo, son también premisas importantes sobre las que descansa el libro. 

Ritmo, sensorialidad, juegos y rondas, la resonancia popular de los versos de arte menor y la vuelta sobre figuras de inagotable lozanía —la luna, las estaciones del año, la lluvia, los árboles, los trenes—, hacen de esta una obra que invita a disfrutar de la música de las palabras y a descubrir la poesía como una presencia cercana, como un "jardín secreto" que llevamos dentro y que nos acompaña de forma permanente. Los versos incluidos en De barquillos y cometas remiten, de forma sugerente, al legado de grandes maestros de las letras española, a toda una rica herencia lírica que ha nutrido la voz personal e íntima de la autora.

Las ilustraciones de Ester Sánchez acompañan, de forma estilizada y original, los textos de Serdio, a veces subrayando y otras ampliando sus temas y significados, y haciendo énfasis en la relación de niños y adultos con el objeto libro. La presencia reiterada en la cubierta y en las portadillas de los koinoboris (esos populares banderines japoneses con forma de carpas) se convierte en estas páginas en una metáfora visual de la exhortación que lanza la autora a los lectores en el poema “Abrelibro”: “Niños, ¡burlen la muerte! / Vivan mil y una vidas. / ¡Están de suerte!”. Los japoneses asocian estas carpas hechas de tela o papel con los niños, debido a la fuerza con que esos peces son capaces de nadar tenazmente contra la corriente en los ríos y salir vencedoras del desafío. La simbología del koinobori, la niñez cómo esperanza y fuerza renovadora, sintetiza la naturaleza de una obra que habla de la poesía y de los poetas, y a través de ellos, de todo lo hermoso que nos rodea —y que a menudo no nos detenemos a observar— y también de la belleza que los seres humanos podemos agregar, valiéndonos de las palabras, a ese tesoro ("Hilo y aguja... / Ve cosiendo, despacio, / verso y silencio"). 
Antonio Orlando Rodrí­guez