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  • Dora Alonso.

Dora Alonso cuenta cómo surgió El valle de la Pájara Pinta 

Sergio Andricaí­n

A fines de la década de los años 1980, realicé una serie de entrevistas a importantes escritores cubanos de libros para niños, con el propósito de reunir información sobre el proceso de creación de algunas de sus obras más significativas. Dora Alonso (1910-2001), con quien tuve siempre una cordial relación, aceptó gustosa a participar de este proyecto investigativo. En el estudio de su casa de Playa, en La Habana, conversó largamente conmigo sobre el origen y la escritura de algunos de sus libros. 

Aquí­ Dora Alonso habla sobre una de sus obras. más elogiadas: El valle de la Pájara Pinta. Esta novela breve, ganadora en 1980 del premio internacional Casa de las Américas en la categorí­a de obras para niños y jóvenes, recibió, además, un diploma de honor en otro certamen internacional: el premio Máximo Gorki. 

¿Cuándo y cómo nació la idea de escribir El valle de la Pájara Pinta?

Ese libro lo escribí­ en 1978, motivada por el profundo amor que siento por Viñales. Mi admiración por esa región de Cuba, y mi enorme agradecimiento, me impulsaron a hacer la obra. Una vez, cuando contaba yo 38 años, tuve en mi vida una gran conmoción moral. Y de aquel dolor, de aquella tremenda inercia fí­sica y mental, solo me sacó el paisaje de Viñales. En ese valle, me reconocí­ como parte de la naturaleza: la belleza del sitio, ayudada por el carácter humilde, sano y acogedor de sus gentes, me reconciliaron con la vida. En reconocimiento, cuando quise escribir mi segunda novela para niños, decidí­ ubicarla en ese rincón de la provincia de Pinar del Rí­o, quise regalarles a los niños de hoy y de mañana mi cariño por ese pequeño paraí­so. 

Empecé a escribir la historia a partir de una idea muy primaria: una niña que va a pasar las vacaciones con su abuelo y, como escenario, el valle de Viñales. No tengo método alguno para hacer mis libros, no trazo jamás un esquema antes de comenzarlo. Simplemente, concibo un personaje y después me dejo guiar por la imaginación. La trama va avanzando ella sola, como un rí­o, se va abriendo camino impulsada por la necesidad que sienta para contar la historia y la satisfacción que me produzca escribirla. El resto de los personajes y de las situaciones van surgiendo así­, inesperadamente. ¿De dónde salen? No lo sé con certeza. Son secretos recónditos. Nadie conoce dónde nace el manantial que surte el pozo del creador; eso sigue en el misterio.  

 ¿Es Isabela, la protagonista de El valle de la Pájara Pinta, un reflejo de la niña que fue usted?

Isabela es, en parte, un reflejo de mi propia infancia. En parte, digo, porque en realidad yo era dos niñas. íntimamente era una chiquilla triste y acomplejada —ya lo he relatado en mi Carta autobiográfica al Patito Feo; pero en lo exterior era muy similar a Isabela: arrojada y amiga de aventuras, vivaz, decidida. Isabel, naturalmente, hace cosas que a mí­ me estuvieron vedadas. Mis padres nunca hubieran permitido, por ejemplo, que yo cogiera una bicicleta y me fuera sola de excursión, a internarme en el valle. Por eso quise recrearme a mí­ misma, de acuerdo a como yo hubiera deseado ser, a lo que me hubiera encantado vivir. La Dora niña que siempre quise ser es Isabela. 

Utilicé una niña como protagonista para romper un poco el esquema de que en casi todos los cuentos el valiente es el niño, no la niña. Como yo me recordaba a mí­ más emprendedora y enérgica que muchos de los varones que me rodeaban durante mi infancia, decidí­ construir la historia centrándola en una heroí­na. Además, también era un modo de significar el avance de la mujer dentro de la sociedad cubana. 

Al igual que en el resto de sus libros para niños, el folclor desempeña aquí­ un papel importante. 

El folclor está presente en El valle..., al igual que en toda mi producción dedicada a los niños, porque en él yo veo la raí­z de nuestro entorno y de nuestra individualidad. Venimos del ayer, de las leyendas y las tradiciones; tenemos a España y a África en nuestra sangre, todo nuestro acervo cultural proviene de esos antepasados. Desconocer la importancia del folclor dentro de la obra literaria infantil es podar un poquito la necesidad que tiene el niño nuestro de reconocerse en sus raí­ces. 

Se ha dicho que el personaje de la Pájara Pinta se inspira en una obra del artesano Horacio Ruiz. ¿Es cierto?

La novela se titulaba inicialmente "Andanzas y maravillas", pero un buen dí­a llegó a mis manos una figura de madera construida por Horacio Ruiz y fue tal el hechizo que esa talla ejerció sobre mí­, que no sólo me llevó a introducirla como un personaje más en el libro que ya casi estaba terminado, sino que también me decidió a cambiarle el tí­tulo. Esto te da la medida del influjo que puede ejercer sobre un creador la obra de otro artista. 

¿Cuánto hay de real, cuánto hay de imaginario en la novela?

En El valle..., que considero mi obra para niños más lograda, no hay un solo personaje que pueda relacionarse con alguien que existiera realmente ni en Viñales ni en ningún otro sitio. Es un ejercicio de fantasí­a, una obra brotada de la imaginación. Lo único real es el valle y sus mogotes. 

¿Cómo fue el proceso de escritura?

Entre todos los episodios de la novela, uno me resultó especialmente difí­cil de escribir: me refiero al final del capí­tulo donde Cirilina, la abuela de los pájaros, canta para Isabela. Tuve que hacerlo y rehacerlo 16 veces, porque no me dejaba satisfecha. Y es que, a pesar de ser un libro lleno de situaciones y personajes fantasiosos, no querí­a presentar como una realidad concreta el hecho de que la ancianita se transformara en ave. Querí­a, ignoro a ciencia cierta por qué, dejar ese detalle sin precisar, sembrar la dubitación dentro del lector infantil. No estuve conforme hasta alcanzar ese matiz de incertidumbre. ¿Realmente Cirilina es un pájaro blanco? Quizás...