El jardín de Abdul Gasazi

El jardín de Abdul Gasazi. Chris Van Allsburg

La magia. 

¿Qué es la magia? 

Una palabra de cinco letras que verdaderamente no sabemos explicar. 

Nos encanta pensar que sí. Pero la magia, la de verdad, es inexplicable. Quizás sea esa la razón por la que dejamos de creer en ella. O bien valdría la pena preguntarse: ¿por qué algunos dejan de creer en la magia? ¿Por qué buscan obstinadamente darle una respuesta racional a todo aquello que les rodea? 

Hay pequeñas tareas que desencadenan en preguntas. Qué maravillosa esa capacidad, ese ejercicio constante que requiere hacerse preguntas. Aunque muchas veces no encontremos respuestas, qué poderosa gimnasia resulta cuestionarse las cosas. ¡Y qué falta nos hace!

Una tarea sencilla, por ejemplo, es pedirle a un niño que cuide un perro travieso. Esa es la excusa que utilizó el escritor e ilustrador estadounidense Chris van Allsburg para recordarnos, una vez más, que no dejemos de creer. El poder de la imaginación es el protagonista de su El jardín de Abdul Gasazi, un libro retador que forma parte del Fondo de Cultura Económica desde el año 2017. Y es un álbum retador, justamente, porque te regala preguntas en vez de respuestas. 

La MAGIA.

¿Qué es la magia?

Ya sabemos que es una puerta abierta. La invitación a un jardín donde están prohibidos los perros. Pero, ¿qué pasa si el perro se escapa y se interna en el profundo verde que adorna los alrededores del palacio de un mago?

Eso mismo pasa con la mente y con la magia. ¿Qué pasa si nos damos la licencia de internarnos en el bosque prohibido de nuestra imaginación y nos regalamos la licencia para soñar?

Después de todo, nadie puede decirnos en qué podemos creer o no. La magia es un acto de fe. Es la elección de creer que un perro puede convertirse en pato gracias al conjuro de un mago solo porque a nuestra mente se le antoja un poco de diversión. 

El jardín de Abdul Gasazi fue publicado por primera vez en 1979, por Houghton Mifflin, y obtuvo mención de honor en la Medalla Caldecott 1980. 

Leonardo Van Schermbeek