El arte de persuadir infancias: Beatrix Potter

Carmen Teijeiro González

En tapas de color azul celeste y con un reconocible roedor grabado en perfiles dorados en plena portada, se presentan los Cuentos completos, de Beatrix Potter (1866-1943). Este voluminoso ejemplar llegó a mis manos por parte de un familiar cuando solamente era una niña. Desde entonces, el libro ocupa un lugar privilegiado en la sección infantil de la biblioteca que he ido moldeando con los años. La dedicatoria está fechada en el año 1993, conque servidora tení­a nueve primaveras y una fecunda imaginación conjugada con la gran curiosidad que el paso del tiempo, por fortuna, no ha logrado extinguir.

La edición es especialmente hermosa porque contiene, además de los 23 cuentos originales del conejo Perico (primera de muchas otras obras infantiles), un arsenal de ilustraciones idénticas a las acuarelas que pintaba Beatrix Potter. Esto permite una apreciación insólita, aun superior a la de su época, del talento artí­stico de la londinense.

Potter creció disfrutando de la vida convencional de una muchacha victoriana en un hogar acomodado. No fue a la escuela; una institutriz la educó en casa, por lo que apenas se relacionó con otros niños. En sus horas de soledad, los compañeros habituales de Beatrix eran los pequeños animales que tení­a en su sala de clases particulares. Los contemplaba quizás durante horas, estudiando su comportamiento y dibujándolos con gran habilidad. Durante las vacaciones, podí­a explorar a su antojo la campiña en Escocia y Lake District. Iba aprendiendo acerca de plantas y animales por medio de sus propias y atinadas observaciones.

Ya viuda, la granja de su propiedad denominada Hill Top (Lake Discrict) y sus alrededores comenzaron a aparecer en sus cuentos, así­ como algunas de sus más preciadas ilustraciones muestran escenas de la región de los lagos. Se casó de nuevo y consagró los últimos treinta años de su vida a los trabajos agrí­colas y a la conservación del paisaje. Beatrix era una mujer notable, de creatividad genuina, talento artí­stico y literario, y poseedora de la fortaleza mental necesaria para lograr la realización de su prolí­fica fantasí­a.

El responsable inicial del éxito de los cuentos de Beatrix Potter es un conejito llamado Perico, cuya travesura fue narrada e ilustrada por la autora en una carta. Siete años más tarde rescató esa correspondencia y la convirtió en un pequeño libro para niños, con dibujos en blanco y negro. Ante el rechazo de las editoriales, ella misma difundió su peculiar imaginario lleno de ternura, parajes naturales y animalillos con valiosas historias que contar. Luego se aceptó su publicación, a condición de que las ilustraciones cobrasen color, y entonces fue cuando se convirtió en un éxito y, finalmente, en un clásico infantil.

Pueblan las páginas del libro familias de conejos, ardillas que atraviesan lagos para recoger nueces imposibles, jardines con brillantes flores que crecen entre arbustos de bayas, tejones, cerditos, solemnes búhos, ranas, topos, conejillos de indias, ovejas, zorros, perros, ocas, mininos, adivinanzas, rimas, canturreos, aventuras, lecciones de vida, algún villano y finales siempre dichosos. La autora poní­a a los protagonistas de sus historias en aprietos para que los niños comprendiesen cómo resolver sus propios conflictos en la vida real.

Merece mención especial El sastre de Gloucester, cuento predilecto de su creadora. Está basado en la historia verdadera de un sastre que se quedó estupefacto al comprobar que el chaleco que habí­a dejado sin acabar el dí­a anterior para el mismí­simo alcalde de Gloucester, estaba casi finalizado. La realidad es que dos de sus ayudantes terminaron el trabajo en secreto, pero esta anécdota sirvió a Potter para sustituir a los ayudantes por solí­citos y laboriosos ratoncitos pardos y ubicar el cuento en plena Nochebuena, otorgándole a la historia el encanto especial que emana de esas fechas y la idea de que nada es imposible. Uno puede “o deberí­a de poder “ hallar una mano tendida donde menos lo esperase.

Beatrix Potter habla de la responsabilidad, la generosidad, el compañerismo, la amabilidad, la seguridad en las propias decisiones, la delicadeza o la humildad para con los demás. Además, a menudo se nutre e inspira en fábulas de otros autores, tales como Esopo.
Destaco las acuarelas de la autora, pues son auténticas delicias para nuestros ojos de adultos infantes o viceversa. Rezuman candor en sus tonos pastel, blandura, almibarado acierto, confort. No solo ideaba bellas fábulas y cuentos, sino que era una gran pintora, una notable ilustradora. Lo más llamativo es que, tras cada nueva página que descubres, hay material novedoso.

Es cierto que el emblema de su trabajo es un angelical conejito, pero sus Cuentos completos están plagados de flora y fauna inesperada.
Beatrix llegó a tener como mascota a un erizo amaestrado llamado Señora Bigarilla. Esto demuestra hasta qué punto empatizaba con el mundo animal y sabí­a trasladarlo al papel.

Y así­, poblado de coloristas viñetas colmadas de vida y vivencias, en un constante flujo de inventiva instructiva y reconfortante para el dulce ahora en el que viven los niños, rubrica su apreciada obra Beatrix Potter. Ella que, como todas las de su generación, fue marginada desde pequeña por el mero hecho de nacer mujer, supo desplazar a muchos escritores del sexo opuesto y vivir de su genio, hoy impreso en letras doradas entre la selecta cumbre de clásicos destinados al modelo más exigente de lector: un niño.