'La rueda del hámster', de Janina Pérez de la Iglesia. Santo Domingo: Loqueleo, 2021.
  • 'La rueda del hámster', de Janina Pérez de la Iglesia. Santo Domingo: Loqueleo, 2021.

Escribir para lectores modernos: este es el reto

Janina Pérez de la Iglesia
La Revolución Informática ha irrumpido en nuestras vidas de forma tan brusca como lo hicieron aquellas monstruosas máquinas en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra. Cada proceso de cambio en la historia de la humanidad va acompañado, en principio, de cierta resistencia basada en el miedo inherente de una especie que sospecha que transformarse puede traer consigo su destrucción. Pero si deseamos ser objetivos, podemos apreciar que los últimos veinte años han representado un salto extraordinario en el nivel de vida de todos. Si queremos demonizar la internet es porque nos centramos en los aspectos negativos de esta (que los tiene), poniendo de lado el inmenso beneficio que representa: poseemos la biblioteca más extraordinaria, precisa, cómoda y asequible de todos los tiempos, y tal vez por tenerla tan a mano es que pocas veces percibimos lo que esto representa.

Utilizar herramientas como la internet de forma adecuada depende, única y exclusivamente, de nuestro nivel de conciencia.

Dejando esto en claro, vamos a analizar en forma breve los cambios que se han ido estableciendo, casi exclusivamente de manera subconsciente, en la interacción de nuestros niños y jóvenes con un mundo tan mágico, atrayente, fascinante, pero también extremadamente engañoso, como es el mundo de las redes sociales, videos, aplicaciones, contactos en línea, lecturas, grupos de amigos y demás opciones que ofrece Internet.

Nuestro cerebro ha sido moldeado, a través del tiempo, para centrar su nivel de atención en un único aspecto: si lees, lees. En dicha atención influyen cuestiones tan diversas como el sonido, la luz, los colores, el sostener esta concentración en el tiempo sin interrupciones. De ahí que la lectura de un libro se vea como un proceso que el lector debe llevar a cabo por voluntad propia, es decir, aunque resulte una lectura agradable, también existe una porción de esfuerzo personal que va de la mano con el deseo de seguir leyendo.

Y aquí irrumpe el punto álgido de las redes. Utilicemos el ejemplo más a mano, el que todos conocemos: Tik Tok.  

Videos de tan solo uno, lo más dos minutos, que se suceden rápidamente, con temas diferentes, colores estridentes, música atractiva, en una plataforma que trabaja con algoritmos que no conocemos, que están ocultos, pero conducen de forma efectiva al tema que más te puede gustar, como la red de una araña que no ves por lo sutil de su efecto, y que de repente despiertas envuelto en sus hilos pegajosos. No estamos hablando de un día, ni dos: los niños de ahora nacen con un celular bajo el brazo y lo sabemos. Esta interacción constante con estímulos enormes para la atención de un cerebro que se encuentra en plena formación y desarrollo, ocasiona un déficit enorme de funciones primarias que deben ser adquiridas en los primeros años de vida, o no lo serán en el futuro. De ahí que a la mayoría de nuestros niños les cuesta enormemente mantener la atención y llevar con paciencia un proceso a término. ¿Cómo van a mantenerse concentrados en el hilo narrativo de un libro si una historia de Tik Tok dura dos minutos apenas?

Una vez identificado el problema, y sí, no exagero, cada vez más psicólogos, neurólogos y pediatras advierten sobre esto, aquellos que trabajamos en el ámbito literario debemos buscar fórmulas que, sin restarle calidad al lenguaje y la narrativa, transformen los libros que escribimos, editamos y publicamos en lecturas más atractivas. Es como ajustar algunos detalles a los tiempos que corren. Y para empezar, aunque después vayan surgiendo nuevas ideas por el camino, podemos enfocarnos en dos aspectos que resultan sencillos para aquellos que escribimos, y pueden resultar seductores para el lector.

Uno de ellos es la extensión de los capítulos. Aunque la lectura de una obra se completa cuando el lector arriba a la última página, cada capítulo que va terminando viene a ser como el “bastón” en una carrera de relevos: sientes que has alcanzado tu pequeña meta cuando lo pasas al corredor siguiente. La idea es fraccionar un propósito que para ellos puede resultar cuesta arriba, una recompensa que se alarga en el tiempo, en pequeñas metas, pequeñas recompensas que se van sucediendo. Algo así como los videos de Tik Tok, cada capítulo en sí debe resultar corto, estimulante y dejar el deseo de iniciar el capítulo siguiente.

El segundo aspecto es el lenguaje. Y aquí cada escritor tendrá su fórmula personal, pero debemos entender que en los tiempos actuales los chicos no están para mamotretos. Un lenguaje engolado, rimbombante, repleto de adjetivos donde el escritor se regodea en su propia salsa, sin pensar ni por un instante en el lector, es el camino a un fracaso aplastante en el proceso de lectura, y la consiguiente decepción para lecturas posteriores. Cuántas veces no hemos escuchado a un niño o adolescente decir: "no, con ese libro no puedo". La fluidez del lenguaje no implica su banalización, pues estaríamos cayendo en el otro extremo: creer en un lector infantilizado e incapaz de valorar la belleza de una narración estupenda, enriqueciéndose con ella.

Debemos tomar lo mejor de la Literatura Infantil y Juvenil contemporánea, pero escribir para lectores modernos: este es el reto.

Puesto en línea el 26 de febrero de 2023.